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Fuera de Lugar

Foto del escritor: AlysiaAlysia

Actualizado: 16 jul 2021



¿Por dónde iremos?


¿Cuál de todos los caminos tomaremos?


Muchas veces sabemos a dónde queremos llegar, pero muy pocas veces sabemos qué ruta elegir. Saliendo de Xalapa, acudimos a la sugerencia de nuestro amigo cicloviajero Paco, quien nos recomendó agarrar un camino de más altura, y por ende de más dificultad, pero con mayor gratificación garantizada. Decidimos cruzar por las faldas del Cofre de Perote, una ruta muy antigua que se rumora haber recorrido Hernan Cortés en su llegada a México.




Cuando viajas en bicicleta, las alturas significan muchas cosas: que el esfuerzo será más, que los kilómetros serán menos, que las vistas serán mejores, y que los cambios de clima serán muchos. Y este tramo no fue ninguna excepción.


Nuestra travesía coincidió con el inicio de la temporada de lluvias. Por lo tanto, ya veníamos preparados para los rutinarios aguaceros por la tarde, con nuestros impermeables a la mano. Lo que no esperábamos fue el granizo que nos agarró a media subida— cada granito de hielo que veía caer sobre la carretera recordándome de lo lejos que hemos llegado del calor y del mar.



Siendo un bosque mesófilo de montaña, muy húmedo y vibrante, nos saturamos del verde resplandor de los arboles, recién despertados y contentos por el riego de la estación. El camino estaba poblado de helechos arborescentes tan altos como palmeras, y arroyos con agua fresca donde pudimos rellenar nuestros termos.


De desayuno cosechamos y nos deleitamos de moras silvestres en un potrero; a medio día descansamos bajo la sombra de un capulín y nos atascamos de sus frutillas rojas para recobrar energía; y de noche recibimos un kilo de ciruelas rojas como token de buen viaje de nuestra queridísima anfitriona Esmeralda.



Me gusta poner atención a las frutas que se consumen en cada lugar, no sólo porque me encanta probarlas (aunque admito que es un gran factor), sino porque tanto las frutas como toda la vegetación y la fauna te pueden decir mucho de un lugar.


También porque después de varios meses comiendo mango, papaya y coco, éstas frutas de altura nos son una novedad— al igual que todas las cabras y borregos que pintaban los paisajes, que hasta parecían vistas de los Alpes de Suiza, con todo y el Pico de Orizaba cubierta de nieve en el fondo.






Llegando a las laderas, la mayoría del pueblo se dedica al cultivo de papa, ya que es de las pocas plantas junto con los pinos que sobreviven a esas temperaturas.


Yo tampoco me consideraría tolerante al frío que se vive en el pueblo de Tembladeras—cuyo nombre lo dice todo—pero gracias a una familia de paperos, dormimos calientitos y hasta probamos de su exquisita cosecha en diferentes presentaciones: hervida y con una pizca de sal, en salsa de chile seco, y en chilatole rojo.





Dicen que para toda subida existe una bajada, y en este caso fue igual de drástico el cambio de aire en nuestra piel subiendo de un lado que bajando del otro. Ahora escribo esto mirando la laguna de Alchichica, un panorama que me recuerda mucho a las islas griegas por sus piedras blancas, ovejas ambulantes, agua azul, y montes desérticos.


Para llegar aquí, atravesamos kilómetros de planicie, sequedad y aridez, los bordes de las carreteras decorados con maguey, nopal y cactus. Mientras rodaba pensaba en cómo la bicicleta me introduce y me expone a cada nuevo entorno de una manera que me hace mucho más sensible a ello. Mi cuerpo sentía mientras mi mente registraba todos los contrastes: mis ojos empolvándose, mis labios secándose, y mi piel bronceándose.



Uno se vuelve muy consciente de lo vulnerable y expuesto que te encuentras al viajar en bicicleta, pero esto no necesariamente tiene que ser algo negativo. Al contrario, la vulnerabilidad también tiene su poder, y te ayuda a desarrollar y evolucionar en otros aspectos: la sensibilidad, la humildad, la atención, la orientación y todos los sentidos de percepción.


La diversidad de paisajes que nos toca cruzar y la variedad de caminos que decidimos tomar están entrenando tanto a mi mente como a mi cuerpo a percibir de diferentes formas.

Vuelvo a repetir, muy pocas veces sabemos cuál ruta elegir... pero me falto mencionar que lo que sí sabemos es que en cada una y cualquiera de ellas, nos espera un nuevo aprendizaje.

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